Las instituciones son una de las rémoras más importantes que existen en las sociedades actuales. El sistema como tal se sustenta en las instituciones, ya sean políticas, económicas, sociales, culturales, militares, etc., las cuales son uno de los pilares fundamentales de la misma. Estos pilares además se basan en el principio de autoridad, que ya comentamos anteriormente.
Las instituciones son, básicamente, conjuntos de reglas que aglutinan personas. Generalmente, una institución no es creada por personas, como se nos hace creer. Las instituciones son creadas por normas, ya sean leyes o contratos, que fijan la forma en que deben funcionar esas instituciones. Sea cual se el tipo de institución, esta no va sobre personas, sino sobre normas. Son creadas a su vez para servir de provecho a otras personas (sus creadores), para su propio beneficio. Y prácticamente no encontraréis instituciones que no sigan estas reglas básicas. El rechazo a las instituciones es básico para lograr el objetivo final de la libertad individual y social.
El anti-sistema no puede permitirse el lujo de obedecer a las instituciones. Las instituciones generan sometimiento, a través del control físico o mental. Al generar comportamientos nuevos, la instituciones regula y controla nuestro estatus y nuestra forma de vida. Gracias al principio de autoridad, someten a las personas a una filosofía de vida que les lleva a alejarse paulatinamente los unos de los otros, e incluso de ellos mismos, de manera que nos convertimos en sombras de personas. Delegamos todo, incluso el pensamiento, en quienes dirigen esas instituciones. Probablemente la forma más refinada de institución es la personal, es decir, aquella en que la persona es la institución, ya que lleva el principio de autoridad a límites inabarcables. Ellos son la ley, la norma, y todos deben obedecer la norma, y por lo tanto, a ellos.
Debemos pues acabar con la institución, verdadera rémora de nuestra sociedad y lo que nos impide avanzar y evolucionar de la forma más adecuada y correcta posible. Si queremos alguna vez desembarazarnos de lo que nos hunde en la miseria más absoluta, primero debemos eliminar la institución como elemento directriz de la sociedad. Y eso lo tenemos que hacer entre todos, negándonos a continuar bajo su yugo.