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galdosSí, la verdad es que veo como está el patio, vislumbro las majestades y las miserias del contexto que me ha tocado vivir, y, sí, me siento como un Galdós contemporaneo. No pretendo, obviamente, compararme siquiera lejanamente con la que probablemente es una de las 10 plumas más potentes de nuestra historia literaria. Válgame el cielo. Que Mariclío descienda ahora mismo y me fulmine con sus rayos, o su imponente majestad, lo que sea más justificable, que de buen grado lo acepto. Pero uno tiene la sensación, como seguramente la tuvo Don Benito en su momento, de que todo está cambiando, probablemente para peor (como ya preconizaba él), y aún así, como el insigne guerrero de las letras, ser lo suficientemente optimista para pensar que existe un futuro prometedor. No es esperanza, sino consuelo.

Porque ahora mismo vivimos más o menos la misma crisis política, económica y existencial de entonces. Los embravecidos mares de la república, las señoreadas monarquías de medio pelo ya en decadencia, los señores de la casta empujándose unos a otros por aparecer en una foto mal sacada con un Android, y nosotros, cantando y bailando mientras la Iglesia se regodea en su ya perdida sombra lúgubre, y los señoritos de provincias se encaraman a los leones buscando la pleitesía de los grandes señores. Joder, igualito que hace 150 años, más o menos.

Por eso, más allá de recomendaros la lectura de las obras de don Benito, os diría que estoy con una duda existencial como hacía mucho que no tenía. ¿Y sí, por chanzas del destino, me viera empujado a describir de forma tal vez soez y menos digna de lo deseado los calambres históricos de las postrimerías de la burrocracia de toreros y melindres que nos ha tocado vivir? Tengo mucho que decir todavía, que no tiempo precisamente, sobre mis preciados temas espirituales, pero… ¿Cómo voy a resistir a convertirme en un Tito Livio de mi tiempo, ver subir y caer a tantos que quiere encaramarse en lo más alto de lo más bajo, y describir con mis propios dedos como pasa la Historia ante nuestros ojos, para que quede algo, porque la cruel hemeroteca es demasiado justiciera y revocadera para nosotros? O en un Galdós cualquiera, por ejemplo…

Dura encrucijada es esta… Pero elevado es el objetivo, y muy difícil de alcanzar… Que la Señora me guíe por estos angostos caminos de incertidumbre, que perdido me hallo mientras encuentro luz con la que escribir…

Transiciones

¿Que Juancar no tiene poderes? ¿Y como ha conseguido estar ahí tantos años con las que ha montado? ¡Negadlo, malditos!

Me gusta mencionarlo: soy un enamorado de la Historia. En general, el conocer lo que nuestros antecesores hicieron durante su paso por el planeta me parece sumamente relevante. Sé que a la mayoría no, pero claro, a mi no me gusta el fútbol, así que estamos en paz…

Uno de los puntos que me ha gustado revisar y leer más o menos habitualmente desde que era un tierno estudiante universitario es la transición española a la democracia. De sobra son conocidos mis epítetos aplicados a esta así llamada «democracia» que vivimos, particularmente en este país, aunque no podemos decir que la de otros lares sea más mejor, la verdad. Pero en el caso de nuestra «transición» (el nombre es totalmente correcto, como veremos), no puedo imaginarme que esto hubiera ocurrido en otros sitios. Recuerdo que hace ya años (diría que unos veinte), escuchaba yo de boca de «insignes» portavoceros y abrazafarolas radiofónicos y televisivos, tertulianos de pacotilla venidos a más, que incluso (válgame el cielo) otros países como Francia querían adoptar nuestro sistema de autonomías (LOL, dicen los anglos) o que países de estos que venían del comunismo del este querían seguir nuestros graciosos pasos (por la risa que dan, debe ser) en pro de la consecución del sueño de libertad, libertad, sin ira libertad… Claro, en mi pequeñez intelectual de entonces no me daba cuenta de semejante estupidez. Ahora lo comprendo un poco mejor.

Aviso que el artículo es algo largo y denso, así que tomen asiento. Intentaré no obstante hacerlo interesante, y procaz tal vez, para que nadie se aburra. A la que vamos. El resumen de la transición democrática es básicamente este: un señor bajito se muere pero antes pone a un jovenzano de rey con cosas que ocultar y este manda a todos los fachas de gobierno hacerse demócratas por su real gracia, aupar a los socialistas al poder y, de vez en cuando, llevárselo entero. Este es el resumen, y ahora lo explico un poco mejor. Seguir leyendo

Zecharia Sitchin

Zecharia Sitchin falleció el pasado 9 de octubre. Como tantos otros valientes, ha sido calumniado, vilipendiado y arrojado a las llamas del infierno científico porque se atrevió a decir la verdad. Naturalmente, se convirtió en un «pseudocientífico» porque hizo lo que todo científico debe hacer pero que muchos no hacen por el cochino dinero y que no le digan «eh! tu!».

No me voy a explayar demasiado. Hay cantidades industriales de información sobre él y su obra en Internet, tanto a nivel escrito (incluidos muchos de sus libros, si no todos) como en forma de vídeos. Él nos mostró la verdad de lo que somos: un producto de experimentación genética. ¿Tanto se extraña la gente de esto cuando nosotros mismos ya somos capaces de crear seres sintéticos, tanto vegetales como animales? ¿Qué tiene de sorprendente, a la luz de las pruebas? Pero claro, no puede ser que nosotros tengamos esta información ancestral. De todas formas no importa: la mayoría han sido correctamente programados y nunca darán importancia a algo que es tan importante como una de las preguntas eternas: ¿De dónde venimos?

Queda en el recuerdo de los despiertos que Zecharia colaboró con la verdad, dando como resultado el enriquecimiento de nuestro acervo cultural y científico, por añadidura. Ahora muchas piezas encajan donde antes no lo hacían. Por supuesto tenía sus teorías y (como toda teoría) no todas tienen porque ser ciertas, pero dio de lleno en lo fundamental: que no venimos de los monos y que nuestra evolución como especie ha sido inventada para tenernos en la ignorancia. Salve, y que llegues bien y pronto a la luz.