Hace unos días comenté que me metería más a saco con el tema de la educación y quisiera compartir unos pensamientos alrededor de un tema tan relevante. Una de las razones por las que aborrezco la educación es porque es uno de los elementos más importantes que ha modelado el mundo en que vivimos hoy día. Tan importante es que los gobiernos lo cuidan con mimo y primor aunque muchas veces nos parezca lo contrario. A continuación voy a explicar porqué, pero fundamentalmente tenemos que entender que la educación es, sobre todo, manipulación y condicionamiento mental y social. Los sistemas educativos modernos son básicamente una forma de hacer tabla rasa con la población: todos iguales empezando por lo que sabemos o creemos saber. El que destaca es inmediatamente expulsado, no literalmente, claro, pero si es excluido, ninguneado, menospreciado. Así, todo aquel que se atreve a destacar simplemente es alienado a no hacerlo, y por eso tenemos la sociedad de mediocres que tenemos hoy en día. Pero vamos a lo básico, esto es: empecemos por el principio.

La manipulación en la educación comenzó bien temprano, con el cristianismo. La Iglesia hizo sus mejores esfuerzos por inculcar de todas las formas posibles sus doctrinas a la gente, y qué mejor que empezar desde los más pequeños. Cuando nadie quería educar a sus hijos, y cuando no había costumbre de ello, ellos ya ponían sus escuelas. Las escuelas católicas más famosas que existen son las jesuitas, que de eso habría que hablar largo y tendido. Desde el inicio de la edad media los clérigos han «enseñado» al populacho, sobre todo las cosas de la caridad cristiana, que nunca está de más, y los preceptos de la Santa Madre Iglesia. Luego los gobernantes civiles se dieron cuenta del potencial que tenía esa forma de condicionar las mentes juveniles y en la ilustración, los masones comenzaron a inculcar la idea de que había que obligar a que todos los mozos y mozas tuvieran que ir a la escuela obligatoriamente hasta cierta edad. Incluso a finales del siglo XIX y principios del XX, había muchas comunidades locales que se oponían a semejantes abusos de autoridad por parte del estado. Pero al final ellos también terminaron cediendo, y llegamos al momento actual, donde la crisis educativa ha avanzado tanto y llegado a niveles tan profundos que cada año que pasa, lo que entendemos por educación está cada día más depauperado. Pero esto no es porque sí. Hay razones, de peso, para que todo vaya cada vez peor.

Al sistema, por supuesto, no le interesa que nosotros seamos inteligentes y libre pensadores (lo que se consigue cuando la persona se interesa por una o varias materias intelectuales), sino justamente todo lo contrario. Pero a nadie se le escapa que esto no tiene ningún sentido: no parece lógico que quieran que seamos unos cerdos ignorantes y que al mismo tiempo se nos obligue durante casi toda nuestra vida infantil y juvenil a cursar unos estudios donde estamos obligados a aprender un montón de materias diferentes, la mayoría de las cuales no nos interesan en absoluto. Pero no tiene nada de ilógico. Si lo ven desde la perspectiva correcta, desde los 5 o 6 años hasta los 17 estamos obligados a estudiar permanentemente (estudiar, no aprender), memorizar sin procesar e introducir ideas y conceptos sin relación alguna entre si de manera que, cuando llegamos a la edad adecuada para elegir lo que queremos hacer… ¡La mayoría simplemente no sabe por donde tirar! El objetivo del sistema educativo no es que nosotros nos convirtamos en ciudadanos inteligentes y cultos, sino en máquinas de trabajar. La inmensa mayoría de nosotros pertenecemos a clases medias-bajas. Las clases altas, como siempre, se pueden permitir pagar buenos colegios, profesores y posibilidades para sus retoños, con lo que se aseguran de que no terminarán poniendo tuercas en una cadena de montaje de la Ford, por decir algo. Pero los demás no tenemos muchas opciones: o disentimos y nos convertimos en «disidentes», aprendiendo por nuestra cuenta y culturizándonos por los medios a nuestro alcance, o simplemente terminamos siendo pobres obreros que o están en la fábrica o la obra, o están en el bar tomando unas cañas o viendo Sálvame Deluxe. Vaya por delante que no es una crítica a la clase obrera, a la que tengo tanto respeto como a cualquier otro grupo humano. Pero no nos engañemos: es lo que vivimos cotidianamente hoy día y negarlo sólo es signo de ignorancia o desidia. En cualquier caso, estamos jodidos. Lo expresa meridianamente claro y sin fisuras George Carlin en este fragmento:

La prueba más evidente del condicionamiento mental que sufrimos hoy día en la educación es la asignatura de «Educación para la ciudadanía». Lo más sorprendente de todo es que casi nadie se ha mirado el temario, y los que lo han hecho han alucinado: simbología, masonería, nuevo orden mundial… Y clasismo, tanto social como racial. Por cierto, atentos a esta noticia:

Logias de la masonería recomiendan a sus iniciados un libro sobre laicismo del formador de la Fundación Cives, que redactó el currículum de Educación para la Ciudadanía

Os dejo también una galería con varios fragmentos del libro de Vicens Vives:

(Cogidos prestados del blog Putas Paranoias)

Se puede criticar esta posición diciendo que es una crítica a los socialistas… No, es una crítica a la masonería illuminati y al socialismo fabiano, que son quienes gobiernan el mundo en los últimos cincuenta años al menos… Educación para la Ciudadanía no es una asignatura para enseñarnos a ser buenos ciudadanos (¿es que hace falta enseñar eso?), sino para introducir en la mente de los más pequeños las ideas necesarias para la llegada del nuevo orden mundial que ya preconizó George Bush padre en 1989, concomitántemente con la caída del muro de Berlín… Fallo que no fue fallo, todo sea dicho de paso. Es sólo un paso más en la forma que tiene el sistema de programar a nuestros hijos para que obedezcan las órdenes sin rechistar, y que el día de mañana no les parezcan extrañas las cosas que han de venir y lo que ha de pasar. Quieren a su vez desarraigarnos, que nos olvidemos de nuestros orígenes y pasemos al siguiente nivel de desconexión con la realidad y la naturaleza: el transhumanismo. Así, los niños actuales nacen y crecen con la idea de robots humanizados, seres de otros planetas y la posibilidad nada lejana de que podamos prácticamente vivir en un mundo virtual. Series como Caprica tienen de hecho su base argumental en esta idea, y en cada caso se sigue avanzando en una agenda que no es sólo política o económica, sino también mental. Ahora mismo, los niños están totalmente perdidos. No tienen valores de ningún tipo (excepto que sus padres los intenten amarrar con fuerza, cosa que cada vez pasa menos), son cada vez más violentos y contrarios a normal ética o moral alguna. Sólo viven para su ídolos y fanatismos, así que se puede decir que los de mi generación (los que tenemos entre 30 y 40 años) hemos sido bastante afortunados, aunque nosotros tampoco nos libramos: somos una generación tapón, que se encuentra entre la generación indecisa y amargada de nuestros padres y la perdida de nuestros hijos. Precisamente fueron nuestros padres los que comenzaron el abandono de los valores básicos más fundamentales, y su comunicación a nuestra generación. Eso ha hecho que hoy día la mayoría de los padres prefieran simplemente poner a sus hijos delante de la TV y la consola (solos) mientras ellos toman cafés con las amigas o copas con los colegas, o a cenar mientras sistemáticamente dejan a los pequeños con sus abuelos, que son nuestros padres, y que precisamente son los que comenzaron el hastío y el abandono. Así, se espera que los niños sean educados en las escuelas y los colegios, cuando esa nunca ha sido ni será su función. Si alguna vez las instituciones educativas ejercieron una función formadora, eso se perdió hace mucho tiempo (de hecho, ya en nuestros tiempos el hastío de los profesores era patente, como por ejemplo una profesora que fumaba mientras nos daba clase en bachillerato). Es obvio que la mayoría de los enseñantes ya hace tiempo que perdieron su vocación si la tenían, y ahora se limitan prácticamente a hacer de perros guardianos de una jauría que tiene que estar ocupada (sin quererlo en muchos casos) un buen montón de horas semanales simplemente porque el sistema lo quiere.

Nos encontramos en un mundo basado en inexactitudes que lamentablemente hemos tenido que aguantar y creer sin rechistar. El ejemplo más evidente son las pirámides. A nadie que se pare a pensar un poco en ello se le escapa que un pueblo supuestamente atrasado como el egipcio, que no contaba (según la historia oficial) con más que cuerdas de cáñamo y útiles de cobre y bronce (muy maleables y blandos) pudieran construir semejantes monstruos de la naturaleza… Pero es un suma y sigue continuo. Nadie nos dice que los cristianos destruyeron la Biblioteca de Alejandría por la extraordinaria base de conocimientos esotéricos y científicos que contenía y que eran un peligro para la supremacía religiosa de Roma (de hecho, los romanos ya estuvieron a punto de destruir la Biblioteca en la época de Julio César, aunque al final no lo lograron del todo). Cómo tampoco sabemos que pasó en la peste negra, sólo que es bien sabido por los expertos que no pudo ser de ninguna forma transmitida por animales, sino por el aire… Todas esas cosas no se nos cuentan, entre otras muchas, porque no sólo no se quiere que seamos cultos: no se quiere que sepamos la verdad de nuestra historia y nuestro pasado. Así, se nos enseña un montón de mierda basura intelectualoide que por supuesto, debemos completar con la mal llamada «ciencia». Ah, que bien se lo debía pasar Newton con sus experimentos de alquimia, o Franklin con sus orgías sangrientas en Londres mientras negociaba con Francia la entrada en la guerra de secesión… Sí, esos grandes hombres eran, además de científicos, grandes masones e illuminatis. Es su ciencia y sus inventos lo que nos ha llegado, y así, tenemos un mundo atemorizado por virus que no existen y repletos de guerras donde la «ciencia» ayuda a crear nuevas, mejores y más portentosas armas. Y nosotros seguimos aprendiendo en el colegio que las células simplemente consumen los nutrientes por diversión, por disipar energía, mientras nos ocultan que podríamos vivir sin comer ni beber, o como curarnos a nosotros mismos… ¡Con agua! No somos más que malditos esclavos y, cuando nos queramos dar cuenta de ello (los que no lo han hecho, la mayoría), ya será demasiado tarde…

Por supuesto tenemos razones para indignarnos, pero no sólo por lo mal que nos lo hacen pasar. Somos esclavos, y somos usados simplemente como mano de obra barata que además, está enseñada y educada para gastar lo poco que ganamos… En ellos. Ellos nos pagan y nosotros les compramos. Así, el círculo vicioso se completa y no tiene fin. Las personas que simplemente no han destacado simplemente viven una vida de zombis, de casa al trabajo, del trabajo a casa, de casa al bar, del bar a casa y vuelta a empezar… No tienen vida. No saben lo que es vivir porque les quitaron el espíritu de pequeños… ¿Vamos a dejar que sigan haciéndolo sin más, vida tras vida? Mientras les dejemos, el mundo será el que es y no cambiará. Si queremos cambiar algo, primero debemos cambiarnos a nosotros mismos. La revolución comienza en el interior. Sé el cambio que quieres ver en el mundo.