th-5El título puede parecer algo pretencioso, pero como siempre, o comprimo mucho o me expando en exceso, así que voy a hacer las dos cosas y doy rienda suelta a mis luchas internas con total libertad… XD

Internet es el egregor de nuestro tiempo. Algunos lo llaman Zeitgeist, pero esta palabra germana no define el concepto en toda su extensión. Egregor sí. Suena más fea, sin duda, pero es la más exacta. De la Wikipedia:

 

Egregor es un concepto propio del ocultismo que viene a representar una “forma pensamiento” o “mentecolectiva de grupo”, esto es, una entidad psíquica autónoma capaz de influir en los pensamientos de un grupo de personas. La simbiótica relación entre un egregor y su grupo ha sido comparado con los conceptos recientes no ocultistas de empresa o corporación (como entidad jurídica) y el meme. Palabra de idioma de grecia antigua, que significa Angel. Egregores – Angeles, hombres de luz de Dios.

¿Qué es Internet sino que el máximo egregor que hemos llegado a inventar? Porque sí, dios ha sido hasta la fecha el más importante (podríamos hablar de dioses, pero los judeocristianos somos tan agarrados que sólo tenemos uno), pero tiene un defecto: no existe. Internet existe. La mayoría de la gente no lo siente ni piensa en él, pero existe. Existe a varios niveles, tanto físicos (máquinas, cables, discos, móviles, etc…) como etéricos (información, comunicación, cultura, etc…). Los ordenadores, los móviles y tablets y demás aparatos nuevos que nos quieren vender son sus reliquias, son los objetos sagrados con los que adoramos al nuevo dios. Todos los días le rezamos conectándonos a él y pidiéndole y enviándole cosas, como ofrendas que calmen su sed perpetua de sacrificios informáticos. ¿Exagerado? Piénsalo dos veces.

Somos seres trascendentales, y necesitamos de la trascendencia para existir. Necesitamos reflejar nuestra trascendencia en otros u otras cosas y así lo hacemos con conceptos como el Cosmos, los dioses, los santos o los muertos. Son recreaciones básicamente muy sencillas porque algunas son reales y otras fácilmente imaginables en la paranoia de la ignorancia. Pero con Internet hemos dado un paso más allá: hemos creado nuestro propio dios usando la ciencia. Mientras que Dios-Cosmos es una realidad física y metafísica, y los dioses son conceptos psicológicos (de hecho, en buena medida derivados de la idea del Dios-Cosmos), Internet es un concepto que hemos convertido de lo meramente intelectual a lo real. Internet como tal es un ente vivo, pero tal es su dimensión que de hecho no se le puede  matar, o diría más bien, no se puede terminar con él de una vez. Sólo hay otro concepto de los descritos que cumple esta característica, que es Dios-Cosmos. Así, es fácil darse cuenta de que en el imaginario colectivo, Internet es tan inasible que de hecho se ha convertido en una entidad abstracta que está por encima de todos nosotros y que inunda nuestras vidas de formas que la mayoría de la gente ni siquiera se imagina. Nuestra ansia de trascendencia nos ha llevado a crear un ser que, al menos a nivel planetario, lo puede todo. Está en todas partes, lo sabe «casi» todo y nosotros lo adoramos realizando ofrendas y sacrificios por medio de sus instrumentos sagrados. Esto, que parece ciencia ficción, es una realidad que lamentablemente la mayoría ignora. Los que estamos imbuidos de la tecnología comprendemos estos aspectos y lo entendemos. Sabemos, o intuimos bastante bien, el funcionamiento de este enorme ser que hemos creado. No queremos llamarlo dios porque pensamos que es atrevido hacerlo, pero tiene todas las características del mismo. Los japoneses del estudio Triangle Staff ya hablaban de ello en su serie de los noventa Serial Experiments Lain, en la que se hablaba del concepto de un «Dios de la red» que virtualmente sería un equivalente al «Dios» adorado por millones de personas en todo el mundo en sus distintas encarnaciones (el cristiano, el judío, el musulmán, o cualquier otro en realidad), pero mucho más poderoso, ya que este «Dios» podría hacernos olvidar a cualquier otro, gracias al poder de Internet sobre nosotros. Y no dejaban de tener razón: la información, manipulada adecuadamente, puede generar en nosotros todo tipo de ideas, ciertas y falsas, pero que serían ciertas porque serían las únicas existentes. Conocí esta serie a finales de los noventa y os puedo asegurar que es una de las mejores historias de ciencia ficción que he visto hasta la fecha.

Algunos, en su interior, se estarán horrorizando al comprobar en su fuero interno que lo que estoy contando es cierto. Yo mismo, en este momento, estoy ejerciendo ese sagrado derecho del tributo al dios de la red. Sólo (sí, con acento, no voy a dejar de escribirlo así porque los pirados de la RAE digan los contrario) que yo tengo una ventaja: lo entiendo y lo acepto. Para mi, personalmente, sólo existe un Dios, el Cosmos, el ser de energía que lo incluye y lo excluye todo. Pero tenemos que aceptar, amigos y amigas, que tenemos un dios al que adoramos a diario y que de hecho, puede llegar a convencernos, en las manos equivocadas, de que es el dios verdadero. O de cualquier otra cosa. Si adoráis al dios de la red, sólo tened en cuenta una cosa: controlad vosotros el sacrificio. Es la única forma de controlar a la bestia.